No es que la tierra sea nuestra madre, pero esta cosmovisión no es errada totalmente. Solamente esta gritando desde mi páramo el resplandor de la Gloria de Dios.
Desde este frío que me cobija y me obliga a detenerme para contemplar no la triste imitación de la idolatría, sino al Dios vivo creativo, revelado y Salvador que gusta mirar desde arriba. Como el sentarse en las laderas de la montaña a amar lo que observas.
Disfrutarlo, vivirlo, sentirlo.
El viento del páramo debe ser como la brisa del litoral. Evoca recuerdos hacia mi conciencia, recordando el aliento divino.
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