En el curso del tiempo ha habido una proliferación y especificación de los denominados “Derechos Humanos”. De esa multiplicidad surgieron los derechos del niño, del soldado, de la mujer, del consumidor, del trabajador, del estudiante, del homosexual, del emigrante, ¡Y hasta de los animales! Todo ese incremento de derechos, cuyo objetivo primordial era defender a tales colectivos de arbitrariedades y abusos, ha llegado a crear una mentalidad generalizada en la que ha quedado poco sitio para la responsabilidad, creándose un peligroso desequilibrio consistente en la abundancia de derechos (supuestos o reales) y en la escasez o inexistencia de responsabilidades, algo a lo que la naturaleza humana es propensa.

Hasta tal punto ha llegado esta marea creciente de los derechos que incluso algunos de ellos en realidad no son sino negaciones de los derechos fundamentales de otros (como es el derecho a abortar) o adulteraciones de nociones capitales (como es el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo). De este modo, lo que comenzó siendo una reacción ante los evidentes atropellos por parte de los poderosos hacia los débiles, ha terminado, por la ley del péndulo, convirtiéndose en un atropello hacia el propio concepto del derecho. Pero en la lista de derechos a ser tenidos en cuenta nadie habla del fundamento mismo de los Derechos Humanos: Dios. De hecho, el monoteísmo ético nacido del judaísmo, y heredado por el cristianismo, es el fundamento moral sobre el cual descansa nuestra propia valía y nuestra concepción de derechos humanos. No obstante, y aunque el Creador nos haya conferido la dignidad de su imagen y semejanza, jamás debemos olvidar que, por su carácter y naturaleza, Dios tiene también ciertos derechos irrenunciables sobre sus criaturas.

Entre otras cosas:

  1. DIOS TIENE DERECHO A SER RECONOCIDO: Es propio de la criatura reconocer a su Creador y dado que no nos hemos hecho a nosotros mismos sino que nuestra existencia es un préstamo bondadoso que nos ha concedido, es de justicia que así lo reconozcamos y se lo agradezcamos: “Sabed que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado.” (Salmo 100:3, LBLA)
  2. DIOS TIENE DERECHO A SER ADORADO Y SERVIDO: La adoración es más que reconocimiento, porque supone el sometimiento y la entrega del corazón. Es la devoción más elevada en la que ninguna faceta de la personalidad queda exenta. El servicio es la consecuencia de tal devoción: “Temerás sólo al Señor tu Dios; y a Él adorarás, y jurarás por su nombre.” (Deuteronomio 6:13, LBLA)
  3. DIOS TIENE DERECHO A SER AMADO: Hay personas que merecen una estima y consideración que se traduce en amor por causa de su posición y labor, tal como un padre o una madre. Del mismo modo, el Padre por excelencia merece el amor de quienes son objeto de su benevolencia: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.” (Deuteronomio 6:5, LBLA)
  4. DIOS TIENE DERECHO A SER OBEDECIDO: No es una opción que se le pueda conceder o negar, sino una obligación ineludible por nuestra parte: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.” (Juan 14:15, LBLA)
  5. DIOS TIENE DERECHO DE SOBERANÍA: Al ser el autor de todas las cosas se sigue que su soberanía es absoluta sobre todas ellas, pudiendo disponer de las mismas según su beneplácito. Nadie más es soberano, por la sencilla razón de que las criaturas por definición son seres finitos y limitados: “¡Ay del que contiende con su Hacedor, el tiesto entre los tiestos de tierra! ¿Dirá el barro al alfarero: «Qué haces»? ¿O tu obra dirá: «Él no tiene manos»?” (Isaías 45:9, LBLA) Y también: “¿Quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario?” (Romanos 9:20-21, LBLA) 
  6. DIOS TIENE DERECHO DE GOBIERNO: Se desprende de su soberanía y no ha renunciado al mismo, siendo su propósito inmutable instaurar su dominio sobre todas las naciones y reinos: “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.” (Salmo 135:6, LBLA) y “todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: «¿Qué has hecho?».” (Daniel 4:35, LBLA)
  7. DIOS TIENE DERECHO DE JUZGAR: Al ser la fuente de la justicia y amante de la misma detesta la iniquidad y sustenta lo recto. Por tanto, es razonable que remunere lo bueno y castigue lo malo: “Porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos.” (Hechos 17:31, LBLA)
  8. DIOS TIENE DERECHO DE LEGISLAR: Por eso promulga leyes, que son la expresión de su justicia, para que vivamos conforme a ellas: “Porque el Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey; Él nos salvará.” (Isaías 33:22, LBLA)
  9. DIOS TIENE DERECHO DE SALVAR: Gracias al ejercicio del mismo es por el que todos aquellos que vienen a Jesucristo en arrepentimiento y fe reciben perdón y salvación: “Yo, yo soy el Señor, fuera de mí no hay ningún otro salvador.” (Isaías 43:11, NVI)

Al igual que los derechos humanos, rectamente entendidos, son inalienables, así lo son también los derechos de Dios. Es decir, si no hay potestad que pueda legítimamente despojar a ningún ser humano de los derechos que le son propios por naturaleza, tampoco hay ninguna potestad que legítimamente pueda despojar a Dios de los suyos. Si toda negación de los derechos humanos legítimos es una agresión contra la dignidad de la persona, cualquier negación de los derechos de Dios es una agresión contra su honor y gloria. Si la transgresión de los derechos humanos merece ser castigada por ser una violación de algo natural, la transgresión de los derechos de Dios merece castigo por ser una violación de algo sagrado.

Lo que caracterizó a los profetas es que predicaron celosamente los derechos de Dios (siendo subsidiarios de los mismos los derechos humanos) y denunciaron invariablemente su desprecio por parte de los gobernantes y el pueblo. Algo que les costó la persecución e incluso la vida. Negar los derechos de Dios sobre nosotros es equivalente a negar la existencia de los nuestros; pues si alguna dignidad tenemos esta se debe a su imagen en nosotros. Que sigamos en sus pasos, en medio de esta generación negadora de los derechos de Dios.